Declaración de principios
Al salir de recibir la bendicion de los padres franciscanos en la iglesia de San Francisco. Unos dias antes presionamos la salida de Fecode ese templo, el cual fue tomado de manera arbitraria. Bogotá, año 2017
15 de agosto. En la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen, año de la encarnación del señor de 2016.
Como fieles católicos, ante el doloroso panorama nacional e internacional de división, corrupción y violencia, pero llenos de esperanza en Dios y en su plan de salvación, hemos decidido la conformación del MCS, para así cumplir con el mandato apostólico que exhorta a los fieles laicos a “sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado” (LG, 36), “instaurar el orden temporal de tal forma que, salvando íntegramente sus propias leyes, se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana” (AA, 7), y así “lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena” (GS, 43). En este orden, el Movimiento se regirá por la siguiente declaración de principios:
a. Dios es la fuente suprema de toda autoridad
Aunque la sociedad puede determinar diversas formas de otorgar la potestad a sus gobernantes, la autoridad, el derecho de mandar y ser obedecido en función del bien común, proviene de Dios, y los gobernantes son responsables ante Dios por la función que cumplen.
b. Primacía de la Ley Moral Natural sobre la Ley Positiva
Las leyes no son solamente expresión de la voluntad del Estado, sino que deben ser justas, ordenando todos los elementos de la sociedad a los fines que por naturaleza les son propios. Una ley que va en contra de la ley moral natural, una ley injusta, no es ley sino corrupción de la ley, una forma de violencia. El gobierno a espaldas de la moral es la raíz de toda corrupción.
c. Libertad de la Conciencia
El deber natural del hombre es hacer el bien y evitar el mal, esto implica la libertad fundamental de no ser impedido para hacer el bien, o constreñido a practicar el mal. El hombre en el Estado tiene el derecho de seguir, según su conciencia, la voluntad de Dios y de cumplir sus mandamientos sin impedimento alguno; por la misma razón, tiene el derecho de desobedecer aquellas normas que le obliguen a cometer pecado.
d. La Tradición es fuente del Derecho
El fin de la ley es lograr el orden social en función del bien común. Tal orden no sólo se consigue por acción de la ley positiva, sino que también es producto del desarrollo autónomo de la sociedad a través del tiempo, cristalizándose en sanas costumbres y saludables instituciones. La ley positiva no debe socavar las tradiciones de los pueblos, sino basarse en ellas para garantizar su legitimidad.
e. La Familia es la célula fundamental de la sociedad humana
La sociedad no es un conjunto de individuos, sino de familias, pues el desarrollo del ser humano y su realización prolífica se da en el contexto familiar. El Estado debe proteger y promover el desarrollo autónomo de la familia, en lugar de socavarla, suplantarla o parodiarla con artefactos jurídicos insubsistentes, pues la salud de la nación en todas sus dimensiones (social, económica, educativa, etc.) se basa en la salud de las familias que la componen.
f. El Derecho de propiedad es esencial a la supervivencia de la Familia
Dios ha dado la Tierra a la totalidad del género humano para trabajarla y servirse de ella, por lo tanto, todos los hombres tienen el derecho natural de, gracias a su trabajo, poseer bienes, beneficiarse de ellos y constituir un patrimonio en función de los hijos. Una sana economía se basa en el respeto y la protección del derecho de propiedad y el patrimonio familiar, de lo contrario se anula la libertad del hombre y se imposibilita la subsistencia de las familias.
g. Los regímenes políticos sólo son medios, el fin es el bien común.
La democracia es un medio, no un fin. Si las formas políticas se evidencian inefectivas en lograr el bien común, o lo dificultan al beneficiar a grupos particulares en detrimento del resto de la sociedad, deben ser reformadas.
h. Subsidiariedad
Todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda (subsidium) —por tanto, de apoyo, promoción, desarrollo— respecto a las menores. El Estado debe promover que la sociedad civil se estructure de forma autónoma a través de sociedades intermedias (regionales, locales, sectoriales, etc., y la familia, primera de todas), en lugar de absorberlas o suplantarlas.
i. Solidaridad
El hombre está llamado a realizarse viviendo como parte de una sociedad. El bien común no es la mera agregación aritmética de intereses particulares, sino un orden justo en que se promueve la perfección moral de todos los hombres (Una apuesta colectiva por la santidad). El bien común implica, por tanto, una responsabilidad individual en el bien de todos los demás hombres, y no admite la invocación de intereses subjetivos en contra de la integridad de la sociedad.
j. Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo
Jesucristo es Rey de toda la realidad humana, por naturaleza (como Dios creador), por adquisición (como víctima redentora) y por amor (a través de su gracia santificante). El hombre está hecho para Dios y sólo alcanzará su perfección en Él, por el único camino que es Jesús. Ningún régimen político puede por sí sólo superar la huella del pecado original en el hombre, que es la fuente de toda división y corrupción. Sólo la gracia divina puede purificar la naturaleza humana y dirigirla hacia su perfección moral, sólo Jesucristo puede lograr el bien común y la paz social. Por todo lo anterior, reafirmamos la consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús a través de las cuales nuestro país implora la gracia sobreabundante que el Corazón de Jesús derrama sobre sus fieles, y que ya en la historia de nuestro país ha dado testimonio de sus frutos admirables en paz, concordia y caridad social. Rogamos también a María Santísima, cuya predilección por esta patria ha quedado patente en sus múltiples manifestaciones a lo largo del territorio nacional, que acompañe nuestros esfuerzos, y disponga nuestros corazones para el reinado triunfal de su Hijo sobre nuestro país.